En la suya brillaban miríadas de mensajes dirigidos a lo más profundo de mi corazón... y lo acariciaban. Ella hacía que sus latidos sonaran estruendosamente en el cielo de los enamorados, y sólo su nombre derribaba más murallas en mí que las Trompetas de Jericó. Pero eso pasó.
Otra mirada reemplazó la mía, otra tomó las torretas de sus ojos y los puentes de sus manos, otra invadió el castillo de mi amada y transmutó su alma en una suerte de nitrógeno líquido que poblaron sus lacrimales.
No lo sé. No sé si la sangre es suya. No sé si es mía. Sé que no es de los dos porque se habría transformado en una rosa tan bella como efímera. Y sé que todo ha acabado.
Me miro en el espejo, y no me veo real, veo únicamente mis manos manchadas por la sangre de todas las cosas que quisiera matar de mi vida...
Inspirado en el dibujo de Alicia Tamarit, my daughter amantísima. ¡Fantástico!