Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

Bienvenidos a mi blog. Todas las imágenes y los textos del blog son de mi única y absoluta autoría para el disfrute de quien sepa apreciarlo.

(Para quienes sólo quieran ver mis obras pictóricas, las encontraréis aquí http://raultamaritmartinez.blogspot.com.es/ )


domingo, 22 de diciembre de 2013

Rastro de amor (No sirvió de nada quemar...)


No sirvió de nada quemar
toda la madera del invierno 
para atajar la soledad.

Al amanecer se despertó el recuerdo
del morir dulcemente en tus manos,
de tus ojos abiertos
como tristes flores de invernadero.

Tarda el amor en vestirse
porque no entiende el absurdo
de la jauría de lágrimas
que corren por el espejo,
porque no comprende qué causa
pliega tu rostro entre las montañas
más allá del horizonte de mis venas,
ni porqué arde tu pelo como la yesca
al otro lado de la ventana.

¡Qué más da! 
Al fin es un precipicio menos,
un abismo lejano, olvidado y distinto
en el que saben a nocturno
tus últimos besos.

No derrumbo todavía en mis párpados
los cascotes de mi alma en ruinas.
Pero no tardarán, siguen al acecho
las fieras que desgarrarán
el abandono de mis vísceras abiertas.

Sigo el rastro de la sangre que dejaste
sobre la alfombra al arrastrar el amor,
sin importarme el lugar al que me conduce,
como no me importó que se cayera la luz
sobre las fosas donde los cadáveres
de rostro harinado aún sobrevivían.

¡Qué cargado está el aire en el inframundo!
¡Necesito abrir paredes y ventanales!
¡Ah sí! ¡Cómo entran las rachas de viento!
¡cómo la escarcha me arranca la piel y el dolor!
Irrumpo en el paisaje y amaso su tierra gris.
Por primera vez respiro y me estremezco,
por primera vez escucho mi corazón latiendo.


jueves, 13 de junio de 2013

El protector

Aira Hiromura no podía quitarse a Nikito Nakatone de encima. El asunto ya venía desde el colegio. Él siempre la defendía de todos, de los buenos y de los malos, de los amigos y de los enemigos, y Aira no podía quitarle de la cabeza esa idea infantil.

La insistencia de Aira a Nikito, no provocaba más que un reforzamiento de la voluntad de éste de actuar como un samurai o un caballero de la Mesa Redonda, enloquecido por su amada. "¡No quiero que me defiendas!" Suplicaba Aira. Pero era imposible. Ni la actuación temprana de los padres, ni la tardía de la policía conseguía disuadirle.

Crecieron juntos en esta simbiosis indeseada y Aira lloraba, sufría y desesperaba cada vez que la presencia de Nikito ahuyentaba a sus amistades y pretendientes. Nikito repartía mandobles, tortas y blasfemias a todo aquel que se le acercaba. Una vez logrado su objetivo, retornaba al modo de reposo activo, moviendo los ojos oblicuos a diestro y siniestro, buscando amenazas contra Aira.

El Protector
Nikito era irreductible y soportó estoicamente las puñaladas de Aira, los tijeretazos, las punzadas con agujas, los vasos estrellados en su cabeza y los huevos podridos en su espalda. Era como una máquina. Parecía no comer, beber, defecar o dormir. Aira creía volverse loca.

Las autoridades nunca vieron en la actitud y proceder de Nikito motivo para detenerle o alejarle legalmente de Aira. Sólo la protegía.

Y Aira suspiraba por una vida sin Nikito: Mirar por la ventana y no verle, tomar el desayuno en la cocina de su casa y no presentirle, salir y no esquivar las mangas de su kimono, mirar el poniente y no descubrir sobresaliendo, la coleta trasnochada de Nikito entre las ramas de los almendros en flor. Su olor corporal estático, inequívoco y profundo cerca, alrededor.

Cuando Aira miraba la luna soñando una vida sin Nikito, de pronto veía su silueta moviéndose felinamente, contoneándose contra la pálida redondez lunar, acabando su kata especial formando con los brazos en alto un corazón, y con su cuerpo, letra a letra, el nombre de Aira. El paso del tiempo fue combando los cuerpos, pero no la frustración de Aira ni el corazón de Nikito. Llegó el momento en que defenderla del mundo consistió en blandir un bastón tembloroso en el aire y un gemido en la garganta.

Un día, Aira, giró su nevada mirada a la ventana de su cuarto. EL sol caía como una pompa de jabón sobre las montañas. Algo había cambiado. Notó una falta, una ausencia. Abrió la ventana y husmeó la noche buscando un olor. El olor a Nikito. Se asomó apoyada en el quicio de la ventana, buscándole fuera, junto al umbral de su casa, de pie, en la penumbra del ocaso. Pero no estaba. Aira sintió que el aire se huía de su pecho. Corrió a la entrada de su casa, abrió la puerta y gritó más alto, más agónico de lo que ella pretendía: "¡¡Nikito!!" Le salió rota la llamada. Nikito no acudió.

A la mañana siguiente, Aira preguntó por él a todos sus conocidos, a sus vecinos, a sus hermanos y primos. Nadie conocía a Nikito, nadie le había visto nunca. Jamás.




domingo, 19 de mayo de 2013

Los devoradores de cuerpos

Puede ser simplemente un sueño, o un espejismo, o una pesadilla en plena vigilia. Puede no ser nada. Pero yo vi cómo caminaban aquellos seres sobre los cuerpos ya sin alma que se amontonaban por todas partes. Pululaban como insectos, parándose de vez en cuando para morder o desgarrar aquí o allá. Y confundidos con los cuerpos inertes, otros seres igualmente extraños, de aspecto humanoide, observaban atentos todo cuanto sucedía en aquel terrorífico lugar. 

Nunca supe si desperté realmente de aquella visión, o sigo inmerso en ella cuando me rodean las primeras sombras de la noche...