Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

Bienvenidos a mi blog. Todas las imágenes y los textos del blog son de mi única y absoluta autoría para el disfrute de quien sepa apreciarlo.

(Para quienes sólo quieran ver mis obras pictóricas, las encontraréis aquí http://raultamaritmartinez.blogspot.com.es/ )


miércoles, 28 de junio de 2017

Habira

-¡Habiraaaaaaa...!

La llamada era en realidad un cántico que se enredaba como la hiedra en sus tímpanos para después perderse lastimero en la espesura.

-¡Habiraaaaaaa...!

La muchacha pisaba el sotobosque con la delicadeza de una bailarina. Su mirada saltaba de rama en arbusto intentando buscar la fuente del sonido. Habira había perdido el control del tiempo y del espacio. Cuanto más quería acercarse, en realidad se alejaba. El camino se transformaba constantemente en un paisaje nuevo, diferente. De pronto sentía la pesadez de las pisadas sobre la arena de una playa, y al momento estaba hundiendo sus pies desnudos en la nieve que cubría un campo de vides.

-¡Habiraaaaaaa...!

Habira agarró con ansiedad una de las manos que, a modo de ramaje, pendían de unas palmeras y sintió un violento tirón. Lanzó un grito y abrió los ojos hasta dolerle.

-¡Habira, hija mía!

Su madre la abrazó, la besó, la apretujó. La enfermera acudió enseguida acompañada del médico que apartó con delicadeza a la madre. Habira seguía con los ojos abiertos mirando un punto en el infinito.

Cuando el médico acabó su breve reconocimiento le cerró los párpados y la recostó sobre la almohada. Le hizo un gesto ya conocido a la madre, que siguió llorando.

Habira se agachó para arrancar la flor. Sonrió al olerla profundamente y continuó su paseo acariciando de cuando en cuando la superficie enmohecida de los moais.

Perdida - óleo sobre lienzo (detalle)

DECIR ADIÓS

Decir adiós le partía el alma. Pero al menos le quedaban los cristales repiqueteando en el cielo, los globos dorados irisando el aire, la fina lluvia azul empapando su pelo y ablandándole la mirada que lo inundaba todo, que le cortaba el aliento.

Le dolía decirle adiós. Con sus manos, que parecían alas blancas de ángel agonizando al viento. Nunca volvería a verle. Sin embargo, algo le decía que era mejor así. Que era mejor vivir alentando en su interior el esplendor de un imperecedero recuerdo, que asomarse algún día al abismo del dolor, al desolador desconcierto de no saber como reconstruir con exactitud un amor que se ha roto.


Despedida - ilustración digital

martes, 13 de junio de 2017

AMIGO MÍO

Areiana tenía un amigo. Un niño gigante al que adoraba y que creció dentro de una cueva alimentándose de pequeños animalitos.

La niña le puso un nombre: Oblit, que significaba "grande". 

Lo escondió dentro de la montaña su mamá gigante antes de morir a manos de los Sarbish, el pueblo de Areiana. Pero eso fue antes de que ella naciera y ese hecho se perdió en el tiempo.

Areiana descubrió a su amigo curioseando dentro de la cueva. 

La única y pequeña entrada impedía que el pequeño gigante pudiera salir. Y además estaba lo del miedo. Le aterrorizaba asomarse al agujerito por el que entraba la luz.

Areiana le llevaba alimentos hasta que un día lo encontró enfermo. Se subió a su pie, trepó por su antebrazo y saltó hasta su pecho. Arrastrándose llegó hasta su cara, pellizcándole la piel subió hasta su boca, a su nariz y a sus ojos. Los tenía entornados y llorosos.

-¡Oblit!, ¿qué te pasa Oblit?

El gigante niño apenas gruñó.

Areiana corrió hasta su pueblo e intentó movilizar a sus padres, a sus vecinos para ayudar a su amigo. Pero nadie la tomó en serio.

-¡Un gigante atrapado en una cueva! Jajajaja

Sus padres le obligaron a permanecer en casa hasta que se le pasaran las alucinaciones.

La niña, cuando pudo, escapó llevándose una tinaja de leche de cabra. Al entrar a gachas en la cueva, vio a su amigo boca abajo, inerme. Se le resbaló la tinaja de la cadera hasta el suelo y corrió hasta él. Su amigo ya no respiraba. Sus grandes ojos estaban cerrados, cubiertos de sal de lágrimas. Él, en su escasa comprensión, creyó que su amiga le había abandonado al verle enfermo y que no volvería jamás. Pero al verla entrar con la tinaja, exhaló su último suspiro con una sonrisa.

Areiana se sentó junto a él y lloró sin parar. Entre sollozos, sus labios solo se abrieron una vez para susurrar:

-Amigo mío...

Amigo mío - ilustración digital

CULPABLE

Se detuvo de repente en plena noche. Miró las líneas de luz reflejada que se proyectaban sobre las baldosas y creyó ver un camino, una autopista ofrecida por el destino hacia la verdad. Y por primera vez en su vida lo vio claro. Apretó las mandíbulas y tragó saliva. La culpabilidad le dejó un regusto amargo. Volvería sobre sus pasos y admitiría que estaba equivocado. El después, aún no estaba escrito.


Culpable - ilustración digital

ACASO NO SON SOMBRAS

¿Acaso no son sombras
aquello que perseguimos?
¿Y no somos nosotros sino una sombra
que huye, que se esconde,
que suplica, gime y llora
por encontrar esa otra
que nos materialice al fin,
y nos presente
a la Felicidad?
Persecución en el lago - ilustración digital

EN MI SUEÑO

En mi sueño veo que es de noche, veo una hoguera en medio de la nada, con maderas al rojo vivo. Veo sus llamas lamiendo la oscuridad. Y la brisa, la veo en las fluctuaciones del fuego, en la intensidad de la luz. Y veo chispas que salen disparadas, y pavesas girando en el aire, sin control. Y el viento seguía soplando, pasando de largo, alejándose.
En mi sueño sentía que, en realidad, el fuego era yo, consumiéndome en medio de la nada, al ritmo cambiante de la brisa que, en realidad, eras tú.
Al despertar, me encontré con tu mirada de nube azul, y una lluvia de amapolas me cayó de tu boca, y me dormí de nuevo, arrebujado en tus brazos, y soñé que volvía a ser fuego, y que tú eras la hoguera, la noche, la brisa, la tierra. Que tú, lo eras todo.
Lejos del fuego - ilustración digital

Multitud

Me perdí entre la multitud y sentí pánico. Pánico, porque entre tantos, estaba solo. Y sin posibilidad de escape, tuve que enfrentarme al angustioso enigma de mi propia existencia...

Multitud - ilustración digital